OPINIÓN, ANDRÉS AYBAR BÁEZ, para 7 Segundos Multimedia. – Acabo de completar una gira cultural por España y Portugal, organizada con esmero para seguir las huellas sefardíes de mis antepasados, la familia López Penha. Durante 17 días de recorrido, no tuve el más mínimo inconveniente en ninguna de las visitas, ni en hoteles, ni en traslados, ni en las actividades culturales. Todo marchó conforme a un plan diseñado con meses de antelación. Mi reserva aérea — ida y vuelta — con Air Europa, en clase Business, formaba parte de esa cuidadosa organización.

Sin embargo, el día antes de mi partida, mientras participaba en un torneo de golf en Casa de Campo, recibí una llamada desde Madrid: me informaban que el asiento en clase Business, ya asignado y confirmado, no podía ser garantizado. Me ofrecieron como alternativa viajar en un vuelo que saldría vía Santiago de los Caballeros (RD), lo cual era imposible en ese momento, ya que me encontraba en La Romana, con escaso margen de tiempo para reorganizar traslados terrestres y conexiones. Opté entonces, con tal de no perder todo el itinerario previsto, por aceptar viajar en el mismo vuelo UX089 en clase económica, en cualquier asiento disponible. Afortunadamente así pude realizar mi viaje, aunque con un sobresalto de última hora que no debería producirse cuando uno ha planificado con tanta anticipación y rigor.

Una ruta impecable y bien recibida

La experiencia de la ruta sefardí fue extraordinaria. España y Portugal me recibieron con hospitalidad, y la logística del recorrido fue impecable. El regreso a Santo Domingo transcurrió también sin inconvenientes a bordo — y agradezco que me respetaron el asiento reservado para el retorno —, pero a mi llegada vino la segunda sorpresa: mi equipaje no apareció. Habiendo hecho la reclamación de inmediato, y gracias a un GPS que llevaba en la maleta, logré comprobar que el equipaje seguía en Madrid. Sin esa tecnología personal, localizarlo hubiese sido mucho más difícil. Según el sistema, el equipaje llegó a Santo Domingo en el vuelo del viernes, y hoy sábado me preparo para ir personalmente al aeropuerto a intentar su recuperación.

El motivo de este artículo es doble: primero, felicitar a Air Europa por la excelente calidad de sus aviones, su personal de cabina y su servicio a bordo. Segundo — y en tono constructivo —, señalar que áreas críticas como reservas y manejo de equipajes merecen mayor control para evitar incidentes que empañen la experiencia global del viajero. Un cambio de asiento confirmado, en víspera de viaje, o una maleta que no llega después de un vuelo impecable, generan frustraciones innecesarias en pasajeros que planifican sus viajes con todo el cuidado.

Como cliente de Air Europa y defensor del turismo cultural, me siento en el deber de compartir esta experiencia, con la esperanza de que sirva para afinar esos detalles operativos que marcan la diferencia entre un buen viaje y uno memorable. Porque cuando una aerolínea hace las cosas bien — como en muchos aspectos lo hace Air Europa —, lo que más le conviene es cuidar esa excelencia.