«Muchacho, eso lo hicieron lo’ gringo, ello’ saben de eso»; frase muy típica en el argot popular y que reafirma nuestra preferencia, todavía, por lo extranjero previo a lo nacional. 

Nuestra confianza en las capacidades de extranjeros es casi siempre una norma, pues se suele valorar más el trabajo, el dinero e inclusive el estilo de vida de «países desarrollados». En conversaciones coloquiales, principalmente con quiénes tienen la oportunidad de visitar diferentes lugares en el mundo, se escucha el típico «esa gente allá son educada».

Por supuesto, este sentimiento extrapola más allá de las conversaciones cotidianas entre amigos; se ahonda en el quehacer social, gubernamental e inclusive empresarial de nuestro país. Aceptamos más el capital extranjero que el criollo; de hecho, permitimos a estos explotar cualquier recurso natural porque «saben de eso», en la mayoría de los casos. 

Y obviamente, si lo hará nuestro compatriota existirá esa duda y prejuicio, en muchas ocasiones con razón, de que será insoportable, fallará, lo hará mal, será imprudente o en su defecto no tendrá las capacidades de ejecutarlo a pesar que sí; pero cuándo se trata de un extranjero que viene «de países desarrollados», la duda es menor. 

Inclusive, es por la industria que el país ha decidido darle más fuerza económica, política y social; cuándo viene «un turista», le damos tantas flexibilidades porque «es turista», que hasta podrían parecer absurdas. Algo así como si muchas veces para ellos la ley no aplicase. 

No todo es malo, se ha hecho un trabajo social y político para fortalecer ciertas industrias y construir confianza entre algunas marcas criollas y la población, sin embargo, pareciera la generalidad de que si lo hace el dominicano es malo, pero cuando es un extranjero, todo está bien; seguro que Guacanagarix, estaría muy orgulloso de lo que se ha convertido este país.

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