Haití es como ese vecino que siempre trabaja, nunca tiene suficiente y como te da pena, le ayudas constantemente con sus problemas.

Nuestro complejo de Guacanagarix, a mi criterio, muta en un flujo de ayuda desmedida, sin considerar las consecuencias por este altruismo, tal cuál aprendiz de gringos que somos.

Actualmente:

34.9% de partos en hospitales entre enero-junio 2023, son de haitianas;

145,106 estudiantes en escuela pública, son haitianos;

Industrias completas dependen de la mano de obra haitiana;

Motoconchos, vendedores ambulantes, bateyes…;

y… alto porcentaje de ayudas sociales, terminan en manos haitianas;

Mientras el nacional, paga clínicas privadas, colegio privado, impuestos hasta por respirar, más del 60% de la juventud entiende que su futuro está fuera del país, ¿Estamos construyendo una casa para el vecino?

Será que mutamos el Guacanagarix, y hacemos como la costumbre aquella de «los muebles son para la visita, tú eres de la casa, siéntate en la silla plástica».

El conflicto va más allá de un canal en el Río Dajabón (Masacre), y aún baje la tensión, nuestros gobiernos, sociedad y sectores productivos tenemos el compromiso de replantearnos a modo definitivo, ¿Qué haremos con el vecino a corto, mediano y largo plazo? ¿Seguiremos en el círculo vicioso?

Es un problema que cada año se hace grande, una bola de nieve en un país tropical. Hermoso.

— Euric Santi (@EuricSanti) para 7 Segundos

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