La realidad es que ambos enunciados son ciertos. El delincuente nace, pero también se hace.
El individuo será responsable de las decisiones que tome, sin embargo, las decisiones podrían ser en base a la realidad y entorno dónde se desarrolle.
Los círculos sociales;
Desarrollo psico-emocional;
Ambiente Familiar;
Estructura moral y ética;
Son solo pocos puntos que pueden influir en si una persona delinquirá o no, lo cuál se resume a violar las normas establecidas para convivencia.
Las preguntas que deberíamos hacernos son:
¿Cuáles normas definen hoy lo correcto e incorrecto?
¿Cuáles valores impregnamos e incentivamos socialmente?
Las personas buscarán siempre sobrevivir, por tanto alguien con 16 horas de hambre no piensa mucho en normas de convivencia, si tiene una base de valores floja… se podría convertir en delincuente frente a momentos de crisis; por supuesto, su necesidad no debe eximirle de consecuencia.
La realidad dice que se hace más común ver altos niveles de delincuencia dentro de los estratos sociales con más limitaciones a suplir sus necesidades básicas, no importa el país, no importa la región, no importa la época para ésta premisa.
Claro, siempre estará el «Yo salí de un barrio y no soy delincuente», ahora, ¿Qué te enseñaron tus padres, hermanos, tíos o vecinos? En tí, muy probable se impregnó una estructura de valores fuertes, por ende, «te pesa la mano antes de delinquir», pero ¿Es la realidad de todos? ¿Es lo que viven todos? ¿Es lo que hemos enseñado en la generación del 1995 en adelante?
Las soluciones a estas realidades son las que deberíamos discutir como sociedad, para mitigarlo a su máxima expresión. De lo contrario, el debate, seguirá interminable, infructífero e ineficaz.