Miel y picaduras son las dos palabras que la mayoría de las personas asocia rápidamente con las abejas, reduciendo drásticamente lo que realmente representan como especie, tanto en términos de fauna como de biodiversidad. “Las abejas desempeñan numerosas funciones beneficiosas para el medio ambiente y los seres humanos, y generan una gran variedad de productos, pero estos aspectos son poco conocidos”, señala María Emilia Bravi, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata (FCV, UNLP).

Ella destaca el valor del Día Mundial de las Abejas como una oportunidad para aprender más sobre este insecto y su importancia global. Esta fecha se celebra cada 20 de mayo desde 2018 por iniciativa de las Naciones Unidas, y el lema de este año es “Compromiso con las abejas de la mano con la juventud”, buscando involucrar a las nuevas generaciones en la responsabilidad de cuidar el medio ambiente, ya que serán los adultos del futuro.

Una cifra impactante ilustra esta cuestión: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 75 por ciento de los alimentos están directa o indirectamente afectados por la producción apícola, principalmente a través de la polinización. Este proceso ecológico implica la transferencia de granos de polen entre las partes masculina y femenina de las flores, fertilizándolas. “Muchos cultivos aumentan su producción gracias a la polinización, y la gente no suele ser consciente de cuánto disminuirían los rendimientos sin las abejas”, explica Bravi. Su colega y becario del CONICET también en la FCV, Marcos Salina, añade: “Incluso en productos como la carne, que a primera vista parecería no tener relación, el pastizal del que se alimenta el ganado mejora en cantidad y calidad nutricional cuando es polinizado, impactando así en ese sector también”.

En cuanto a este rol ecológico, ambos especialistas coinciden en que está mucho más desarrollado en otros países a través del servicio de polinización, aunque en Argentina también hay experiencias incipientes, como en Mar del Plata o en el Alto Valle del río Negro. Este servicio implica contratar apicultores para trasladar e instalar colmenas en áreas de cultivos específicos durante una temporada para lograr una polinización natural.

Debido a la logística involucrada, esta actividad tiene un rendimiento económico mayor para el apicultor que la producción de miel. Sin embargo, esta última sigue siendo la estrella del sector en Argentina, y con razón: con más de 3 millones y medio de colmenas y 15 mil productores registrados, se extraen unas 76 mil toneladas de miel al año, de las cuales aproximadamente el 95 por ciento se exporta. Estos datos oficiales muestran que el país ocupa el segundo puesto como exportador mundial, detrás de China.