OPINIÓN, ANDRÉS AYBAR BÁEZ, para 7 Segundos Multimedia. – El doctor Ricardo Nieves, médico, abogado y comunicador reconocido, hizo una visita muy especial a la cárcel de Najayo-Hombres. Fue invitado por la Pastoral Penitenciaria y las autoridades del sistema. No era la primera vez que entraba a ese recinto: lo había hecho como docente y como parte del sistema judicial. Pero esta vez, entró como ciudadano comprometido a ver, escuchar y contar lo que pocos quieren ver.

En su recorrido se encontró con hombres que ya cumplieron su condena o están por terminarla. Hombres que cometieron errores, sí, pero que también tienen esperanza de empezar de nuevo. Rostros con miedo, tristeza, arrepentimiento, pero también con un brillo de fe en que pueden ser aceptados otra vez por la sociedad. Ricardo escuchó sus historias, conversó con ellos, sintió el peso de los años que han pasado encerrados y también la injusticia de una sociedad que, muchas veces, no perdona ni da una segunda oportunidad.

Durante su visita, Ricardo compartió ideas de lo que significa delinquir. Habló de teorías que explican el crimen desde distintas miradas: algunos dicen que es por genética, otros que es por cómo se cría uno, o por el entorno. Pero más allá de eso, él dejó claro que muchas veces las cárceles no sirven para mejorar a las personas, sino que las hunden más. Que dentro de los muros hay otro tipo de violencia, otro tipo de castigo, uno silencioso que destruye la autoestima y las ganas de vivir. Y lo más grave: que una vez fuera de la cárcel, esos muros siguen acompañando al que estuvo preso, porque la sociedad no olvida, ni perdona, ni ayuda.

Se vive una condena doble: una dentro del penal y otra fuera, cuando no se consigue trabajo, cuando la familia te rechaza, cuando nadie confía en ti. Ricardo lo dijo con claridad: el sistema no está preparado para ayudar al que quiere volver a empezar. No hay suficiente apoyo psicológico, ni educación, ni oportunidades laborales reales. Y sin eso, ¿cómo esperar que no haya reincidencia?

Lo más humano que pidió Ricardo en su escrito fue que tratemos a quienes cumplieron su condena como personas, no como delincuentes eternos. Que miremos más allá del expediente y entendamos que cada quien puede cambiar si encuentra una mano amiga, una comunidad que lo abrace, una institución que le dé una oportunidad. Que nadie se cura solo, y que si queremos un país más seguro, más justo y más humano, debemos apostar por la reintegración, no solo por el castigo.

Este mensaje es necesario repetirlo, gritarlo si es preciso. Porque los que más necesitan escucharlo no siempre leen columnas profundas ni teorías penales. Por eso hoy lo traduzco así, con respeto, para que llegue a todo el mundo. A los que creen en segundas oportunidades, a los que han caído y quieren levantarse, y a una sociedad dominicana que no puede seguir castigando dos veces a quienes ya pagaron su deuda.