En una era marcada por el cambio constante y la presión social, un fenómeno sutil pero significativo ha ido ganando terreno: la infantilización en la adultez. Esta tendencia, que mezcla comportamientos y dinámicas propias de la niñez con las responsabilidades y exigencias de la vida adulta, está transformando la forma en que se experimenta la madurez.
Si nos detenemos a observar el comportamiento de las personas a partir de la globalización, dígase los años 80, nos daremos cuenta de que tenemos un grupo cada vez mayor de adultos infantilizados. La transición a la adultez que llegaba con la entrada a la universidad, con irse de casa o empezar un trabajo hoy se ha prolongado, y la autonomía que tenía un adolescente hace 30 años es cada vez menos vista.
Normalizar que adultos se vistan como quinceañeros, que personas de 40 años aún viven con sus padres, o universitarios acompañados por sus padres de manera innecesaria, es la prueba de que padecemos una inmadurez colectiva.
La RAE define la palabra adulto como un “ser vivo que ha llegado a la plenitud de crecimiento o desarrollo”. Por lo que se entiende que una persona adulta llega a un grado de perfección en su comportamiento debido a su experiencia.
En teoría, la adultez debería ir acompañada de la capacidad de cuidar de uno mismo, pensar con autonomía y asumir las consecuencias de las propias decisiones. Sin embargo, la madurez, tradicionalmente sinónimo de adultez, parece estar ausente en muchos sectores de la sociedad actual.
¿Qué lo provoca?
Presión social y económica
La precariedad laboral, el costo de vida y las dificultades para acceder a una vivienda o a la independencia económica han llevado a muchos jóvenes adultos a retrasar hitos tradicionales como formar una familia o adquirir una casa. Este estancamiento a menudo refuerza la idea de «no estar listos» para las responsabilidades de la adultez.
Cultura del entretenimiento
La industria del entretenimiento ha sabido capitalizar la nostalgia, ofreciendo productos y experiencias que invitan a los adultos a revivir momentos felices de la infancia. Desde películas hasta juguetes coleccionables, este mercado alimenta el deseo de escapar de las preocupaciones del día a día.
Protección excesiva en la crianza
Las generaciones actuales han crecido bajo modelos de crianza más protectores, lo que ha llevado a un retraso en la adquisición de habilidades de independencia. Muchos adultos jóvenes aún dependen emocional o económicamente de sus padres, perpetuando dinámicas de dependencia.
Redes sociales y cultura digital
Las plataformas digitales han dado espacio a la glorificación de la infancia como un período idílico. Memes, videos y tendencias viralizan la idea de que «ser adulto es un fraude», alimentando la percepción de que las responsabilidades son abrumadoras e indeseables.
Consecuencias
Aunque el fenómeno puede tener aspectos positivos, como fomentar la creatividad o fortalecer conexiones emocionales, también presenta riesgos significativos:
- Pérdida de autonomía: Los adultos que permanecen en un estado de dependencia emocional o económica pueden tener dificultades para tomar decisiones importantes o afrontar adversidades.
- Desarrollo emocional limitado: Al evitar responsabilidades, se limita el crecimiento personal y la capacidad de enfrentar los desafíos de la vida.
- Impacto en las relaciones: Las dinámicas de pareja, amistad o laborales pueden verse afectadas por actitudes que no reflejan madurez emocional.
¿Cómo lo enfrentamos?
Reconocer la infantilización es el primer paso para combatirla. Esto no significa renunciar a los placeres o recuerdos de la infancia, sino encontrar un equilibrio saludable entre nostalgia y madurez.
- Fomentar la educación emocional desde temprana edad para desarrollar habilidades como la resiliencia y la toma de decisiones.
- Valorar las responsabilidades como oportunidades para el crecimiento y no como cargas insuperables.
- Promover una cultura que celebre los logros de la adultez en lugar de idealizar únicamente el pasado.
La infantilización en la adultez es un reflejo de las tensiones de la sociedad moderna. Reflexionar sobre este fenómeno nos invita a reconfigurar nuestra relación con las etapas de la vida, abrazando tanto las responsabilidades como las alegrías que trae consigo ser adulto.