El presidente Luis Abinader promulgó el decreto 783-21, que lleva consigo una serie de iniciativas destinadas a rendir homenaje y reconocimiento a la figura de Enriquillo. Este conjunto de medidas incluye la construcción de un mausoleo en honor a este ilustre cacique, la instauración de una cátedra especial dedicada exclusivamente a la vida y legado de Enriquillo dentro del Ministerio de Educación, así como la conmemoración anual del «Día de Enriquillo» el 27 de septiembre.

Para comprender adecuadamente el significado de estas disposiciones del Jefe de Estado en relación con Enriquillo, es esencial conocer más sobre la vida de este líder indígena. Nacido en Santo Domingo durante el último tercio del siglo XV, Enriquillo recibió su educación de manos de los franciscanos en el convento de Jaragua, donde se familiarizó tanto con la religión como con la lengua española, aspectos fundamentales en su formación.

Su vida dio un giro cuando se casó con Mencía, una mujer indígena de linaje noble. Sin embargo, su destino tomaría un rumbo difícil cuando fue encomendado al repartimiento de Alburquerque en 1514, bajo la supervisión de Francisco Valenzuela, en San Juan de la Maguana. Lamentablemente, este período estuvo marcado por el maltrato que él y su esposa Mencía sufrieron a manos de los colonizadores españoles. Enriquillo buscó justicia, pero sus quejas ante las autoridades no fueron atendidas.

Ante la falta de respuesta a su sufrimiento, Enriquillo decidió tomar medidas drásticas y en 1519 se sublevó, liderando a un grupo de indios. Utilizando su conocimiento del terreno y tácticas de combate, resistió con éxito los ataques enviados por Valenzuela y Pedro Vadillo, el teniente de gobernador de la villa. Esta revuelta se convirtió en un conflicto prolongado, y en 1526, el capitán Hernando de San Miguel adoptó una nueva estrategia al destruir los cultivos de la zona para cortar los suministros de los rebeldes.

En un momento crítico, Enriquillo propuso una tregua que fue aceptada por las autoridades de Santo Domingo, y el franciscano fray Remigio actuó como intermediario. Durante esta pausa en las hostilidades, Enriquillo se trasladó secretamente a la parte oriental de la Sierra del Bahoruco, donde estableció nuevas plantaciones que aseguraron la subsistencia de su pueblo. Sin embargo, antes de esto, había asaltado la estancia de San Miguel en Yáquimo.

En 1528, Sebastián Ramírez de Fuenleal fue enviado como obispo y presidente de la Real Audiencia de Santo Domingo con la misión de pacificar la isla después de las rebeliones de Enriquillo y otros indios y negros cimarrones. A pesar de sus esfuerzos, Fuenleal no pudo lograr la paz y fue trasladado a México en 1531.

Este levantamiento de Enriquillo se destacó por su singularidad, ya que los indios sublevados estaban familiarizados con las costumbres y armas de los españoles. Además, se refugiaron en una sierra inaccesible, lo que complicó la lucha de las autoridades coloniales.

Enriquillo también desarrolló un sistema defensivo sofisticado, estableciendo su base en un lugar prácticamente impenetrable para los españoles y organizando un sistema de información eficaz a su alrededor. Financió la guerra del Bahoruco mediante impuestos sobre productos básicos, como carne, vino y harina, lo que causó descontento entre los colonos.

Su revuelta inspiró a otros indios y negros a levantarse contra los españoles en diferentes partes de la isla, como la sublevación del indio Ciguayo y el cacique Tamayo, quienes finalmente se refugiaron con Enriquillo en la Sierra del Bahoruco.

A partir de 1531, la guerra se intensificó, y la Corona decidió resolverla por la fuerza. Francisco de Barrionuevo fue nombrado capitán general de la Guerra del Bahoruco en 1532, y en 1533 llegó a Santo Domingo con casi doscientos soldados para combatir a Enriquillo, a menos que se firmara un acuerdo de paz con ciertas condiciones.

Después de una búsqueda que duró más de dos meses, Barrionuevo se reunió con Enriquillo y Tamayo en los alrededores del lago Comendador Aibaguanex (hoy Enriquillo) en julio y agosto de 1533. Se logró un tratado de paz por escrito que comprometía directamente al rey de España, Carlos I. A Enriquillo se le ofrecieron tierras, un asentamiento, títulos de nobleza y se comprometió a entregar a otros indios y negros cimarrones.

Enriquillo murió el 27 de septiembre de 1535 como un cristiano devoto y fue enterrado en la iglesia de Azua. Dejó a Mencía y a su primo Martín de Alfaro como herederos de su pueblo.

Juan de Castellanos lo describió como un líder indígena astuto y valiente que dominaba la lengua española y que defendió a su pueblo con determinación y habilidad durante un período tumultuoso en la historia de la isla.

En resumen, las acciones y la vida de Enriquillo son dignas de conmemoración y homenaje, y las medidas adoptadas por el presidente Abinader reflejan el reconocimiento de su legado como un líder indígena excepcional en la historia de la República Dominicana.