El 13 de enero se conmemora el Día Mundial de Lucha Contra la Depresión, un trastorno que afecta a unos 280 millones de personas según la OMS. La depresión se caracteriza por tristeza persistente, pérdida de interés en actividades diarias, aislamiento, problemas de sueño y apetito, falta de concentración y fatiga, según la Secretaría de Salud.

En el contexto actual, marcado por la pandemia, factores sociales, hiperexigencia y vínculos superficiales, la depresión ha experimentado un preocupante aumento, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este trastorno afecta a al menos 280 millones de personas, un 18% más que hace una década, y se considera grave, incluso con riesgo de suicidio.

La depresión se define como un trastorno del estado de ánimo caracterizado por persistentes sentimientos de tristeza, pérdida de interés en actividades diarias, cambios en el apetito, dificultades para dormir, agitación, letargo, sentimientos de inutilidad y, en casos graves, pensamientos suicidas. La afectación en la calidad de vida y el funcionamiento diario de una persona es evidente.

Diversos expertos, como la Dra. María Eugenia Rojas y el Dr. Oscar A. Paulucci, destacan que la depresión abarca desde la tristeza por eventos traumáticos hasta cuadros más complejos. Además, la Dra. Cynthia Zaiatz enfatiza la importancia de la evaluación médica basada en síntomas y antecedentes.

Depresión y sus profundidades

La gravedad de la depresión varía, desde episodios leves hasta cuadros clínicos graves. La Clínica Mayo la describe como la forma más seria, conocida también como «depresión mayor». Las consecuencias van más allá del ámbito mental, afectando el rendimiento escolar, la productividad laboral, las relaciones sociales y la salud física.

La pandemia de COVID-19 ha exacerbado el problema, incrementando la ansiedad y la depresión a nivel mundial en un 25%, según la OMS. El estrés generado por el aislamiento social, la pérdida de seres queridos, las preocupaciones económicas y el miedo a la enfermedad han contribuido significativamente.

El Dr. Paulucci señala que la depresión ha aumentado debido a la precariedad y la falta de un lugar seguro en el mundo moderno. La exigencia constante de éxito, consumo y goce ilimitado conduce a insatisfacción y tristeza. La rápida sustitución de vínculos, el «autismo generalizado» (uso del celular sin conexión real) y la obsolescencia de objetos y personas también influyen negativamente.

Factores de riesgo incluyen aspectos sociodemográficos, genéticos y comorbilidades con enfermedades crónicas. La Dra. Zaiatz destaca que las mujeres tienen el doble de probabilidades de padecer depresión que los hombres. Asimismo, la heredabilidad genética juega un papel importante, y la depresión se asocia con diversas enfermedades físicas.

Diferenciar la depresión de la ansiedad no siempre es fácil, ya que comparten síntomas y causas. Ambas están relacionadas con la adaptación al entorno, siendo la ansiedad una respuesta a amenazas y la depresión a pérdidas o errores. Ambos trastornos comparten síntomas corporales y pueden mejorar con tratamientos similares.

El tratamiento de la depresión es individualizado e implica psicoterapia, medicamentos antidepresivos, cambios en el estilo de vida y apoyo social. Estudios muestran que un estilo de vida saludable reduce las probabilidades de depresión. Además, una nueva herramienta, Neomente, utiliza datos genéticos, clínicos y sanguíneos junto con información sobre fármacos para proporcionar un tratamiento más preciso.

En conclusión, la depresión es un problema global en aumento, agravado por la pandemia y factores sociales. La comprensión de sus múltiples causas y la individualización del tratamiento son fundamentales para abordar este trastorno que afecta profundamente la calidad de vida de millones de personas.

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