Una mujer, identificada como Ann y con parálisis severa por un derrame cerebral, ha vuelto a hablar a través de un avatar digital e implantes cerebrales.
Una de las dos nuevas interfaces cerebro-ordenador (BCI), sobre las que se publican sendos artículos en Nature, no solo traduce la actividad neuronal en texto, sino que se complementa con un avatar digital que puede sintetizar la voz, similar a la que tenía el usuario, y algunas expresiones faciales.
Los nuevos dispositivos generan texto a una media de 78 y 62 palabras por minuto, respectivamente, aún lejos de las 160 de la conversación normal, pero muy por encima de otras pruebas, además amplían el vocabulario y reducen la tasa de errores.
Estas interfaces son por ahora pruebas de concepto limitadas al laboratorio, pero suponen un avance significativo en el propósito de facilitar la comunicación a personas con un grado de parálisis de los músculos que les imposibilita el habla debido, por ejemplo, a un ictus o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
Coordinador de Estudios
“Con estos nuevos estudios, es posible imaginar un futuro en el que podamos devolver la fluidez de la conversación a alguien con parálisis, permitiéndole decir libremente lo que quiera con una precisión lo bastante alta como para que se le entienda con fiabilidad”, dijo en una rueda de prensa virtual Frank Willet, coordinador de uno de los estudios de la Universidad de Stanford (EE.UU.).
El primer BCI es responsabilidad de un equipo liderado por Edward Chang, de la Universidad de California en San Francisco, y ha permitido a una mujer, identificada como Ann y con parálisis severa por un derrame cerebral, hablar a través de un avatar digital.
El sistema genera una media de 78 palabras por minuto, con un 28 % de error para un vocabulario de más de 39.000 palabras.
El equipo implantó un rectángulo fino como un papel con 253 electrodos en la superficie del cerebro de la mujer, en zonas fundamentales para el habla, los cuales interceptan las señales cerebrales que, de no haber sido por el ictus, habrían ido a parar a los músculos de la lengua, la mandíbula, la laringe y la cara.
Estos dispositivos aún están lejos de poder usarse en la vida cotidiana, pero son un gran avance hacia ese objetivo, coincidieron los dos equipos.
Con estos trabajos “hemos cruzado el umbral del rendimiento y estamos entusiasmados por cruzar el de la usabilidad. Ya no es una cuestión de si es posible”, dijo Chang.
Ambos científicos destacaron la labor de los participantes en estos ensayos experimentales que, como tal, se realizan por un tiempo limitado. Son “realmente un grupo especial de personas”, que -destacó Willet- “no esperan ningún beneficio de este ensayo y solo están interesados en ayudar a impulsar la tecnología”.