El paralelismo entre «Crónica de una muerte anunciada» y las inundaciones en la República Dominicana revela profundas similitudes que invitan a una reflexión más allá de las páginas de la novela y las tragedias naturales que azotan el país caribeño.

La predestinación, como un hilo invisible que guía los destinos en la obra de García Márquez, se manifiesta también en las inundaciones en RD, al igual que la muerte de Santiago Nasar estaba marcada por una profecía, las inundaciones son fenómenos recurrentes y predecibles.

En tanto en Macondo como en las comunidades dominicanas, la responsabilidad por las inundaciones recae tanto en el gobierno por la mala gestión de residuos, como en la población por sus hábitos de consumo y disposición inadecuada de la basura.

A lo largo de los años, se han propuesto varios planes para abordar este desafío. Desde 1939, cuando el dictador Rafael Leónidas Trujillo contrató al arquitecto español Bernardo Giner de los Ríos, se han presentado iniciativas como el Plan Maestro de Alcantarillado Sanitario y Pluvial de Santo Domingo en 1969, la Propuesta Técnica para un programa de Acción para el Saneamiento de la ciudad de Santo Domingo en 1994, y el Plan Director de Drenaje Pluvial para la ciudad en 1997, entre otros.

Sin embargo, la falta de voluntad política y la escasa ejecución han impedido la materialización de estos planes. Se ha destacado la deficiencia en el drenaje pluvial, donde solo alrededor del 30% de las calles cuenta con este tipo de sistema. Esto ha llevado a situaciones de acumulación de agua durante las lluvias intensas, causando dificultades en el tránsito y daños materiales.

La muerte de Santiago Nasar en la novela deja una marca indeleble en la familia, con repercusiones que perduran en el tiempo. Del mismo modo, las inundaciones en la República Dominicana provocan estragos, con daños materiales, pérdidas económicas y, en ocasiones, la pérdida de vidas humanas. Estos eventos destacan la fragilidad de la existencia humana y la arbitrariedad con la que la tragedia puede golpear a quienes menos lo merecen.

La insuficiencia y obsolescencia de la infraestructura de alcantarillado en una ciudad en constante crecimiento ha generado propuestas para mejorar y expandir el sistema. Se plantea la necesidad de una limpieza permanente del drenaje y la imposición de sanciones por arrojar basura, con el fin de prevenir obstrucciones y mejorar el funcionamiento del sistema.

Por ejemplo, las inundaciones de noviembre de 2023 en la República Dominicana se convirtieron en un evento devastador que dejó una profunda cicatriz en el tejido social del país. Se estima que más de 2 millones de personas se vieron directamente afectadas por las crecidas de los ríos y los desbordamientos de los cuerpos de agua, enfrentando la pérdida de sus hogares y la interrupción de servicios esenciales en sus comunidades. Se reportaron más de 50 muertes como consecuencia directa de estas inundaciones y más de 600,000 personas se vieron obligadas a salir de sus casas. 

Mientras que en la novela la responsabilidad del crimen recae en los perpetradores y en la comunidad que lo permite, en las inundaciones la responsabilidad es más difusa, involucrando factores naturales y decisiones de planificación y gestión del riesgo por parte de las autoridades.

Las malas prácticas de gestión de residuos, la falta de planificación urbana y la deficiente infraestructura de drenaje son elementos clave que contribuyen a la magnitud de las inundaciones. La acumulación de basura en ríos y arroyos obstruye el flujo natural del agua.

Las zonas más vulnerables, como los barrios marginales construidos en terrenos propensos a inundaciones, sufren las peores consecuencias, con familias enteras perdiendo todo lo que tienen y enfrentándose a condiciones de vida aún más precarias.

La falta de inversión en proyectos de mitigación de riesgos y en infraestructuras de prevención, así como la ausencia de políticas efectivas de gestión de residuos, agravan la situación y perpetúan el ciclo de vulnerabilidad de estas comunidades. A pesar de las advertencias y los llamados a la acción, el gobierno y las autoridades competentes han mostrado una notable negligencia en abordar estas cuestiones de manera integral y sostenida.

En contraste con la novela, donde la tragedia es el resultado de la inacción y la pasividad de la comunidad, en el caso de las inundaciones en RD, la responsabilidad recae en gran medida en las decisiones y políticas implementadas por aquellos en posiciones de poder y autoridad. 

El paralelismo entre «Crónica de una muerte anunciada» y las inundaciones revela no solo las similitudes en términos de predestinación, indiferencia y víctimas inocentes, sino también las diferencias significativas en cuanto a las causas y la responsabilidad de estas tragedias. Mientras que la novela nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y la pasividad frente al destino, las inundaciones confrontan con las consecuencias de la negligencia y la falta de acción por parte de aquellos que tienen el poder y la responsabilidad de proteger a sus ciudadanos.

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