La población de Jimaní, capital de la provincia Independencia, se enfrenta a una realidad de enojo y resignación ante la presencia constante e indocumentada de haitianos que han llegado en gran número, transformando la forma de vida local. La comunidad se encuentra entremezclada con esta creciente población haitiana, lo que dificulta discernir entre los nativos y los recién llegados.

A pesar de la aparente indiferencia, hay factores tanto internos como externos que han contribuido a esta situación. Existe inercia en la acción por parte de las autoridades, y presiones externas parecen influir en dejar las cosas como están. Los habitantes locales han comprendido que resistirse a este flujo de migrantes parece inútil.

La llegada de haitianos es facilitada por puntos no vigilados en la frontera, lo que ha desmantelado el mito de un control estricto en la demarcación para evitar la migración ilegal. Algunos haitianos se involucran en actividades ilícitas, y el tráfico humano ha florecido en esta situación, explotando a los migrantes que buscan sobrevivir.

El traslado de haitianos a través de la frontera en motocicletas y guaguas, sorteando puestos de control, sugiere una red de cómplices que facilita este tránsito. La realidad en Jimaní pone de manifiesto una situación compleja y desafiante en la que la convivencia con una población indocumentada se ha convertido en parte de la vida cotidiana.