OPINIÓN, Por ANDRÉS AYBAR BÁEZ.- Durante cinco años acompañé a mi esposa Dania en su valiente batalla contra el cáncer de mama metastásico. Fue un camino de luces y sombras, lleno de esperanzas renovadas y recaídas imprevistas, transitado entre dos de los centros médicos más prestigiosos del mundo: el Memorial Sloan Kettering Cancer Center (MSKCC) en Nueva York y CEDIMAT en Santo Domingo.

Pero lo que no sabía al inicio era que, junto con ella, también iniciaba yo mi propio viaje: el de un ser humano enfrentando un tsunami de datos médicos imposibles de asimilar con la mente y el corazón al mismo tiempo. Resultados de laboratorio, MRI, PET scans, análisis genéticos, informes médicos, nuevas drogas, ocho tipos distintos de quimioterapia y un sinfín de términos científicos se acumulaban sin tregua.

Yo, que fui testigo y parte de la transición de la banca dominicana de lo manual a lo digital en los años 70, decidí dar un paso más: buscar ayuda en la inteligencia artificial.

Tomé la decisión de ingresar toda esa información —historiales médicos, estudios de imágenes, análisis clínicos, anotaciones médicas— a una plataforma de IA. Lo que recibí de vuelta no fue solo una organización clara de los hechos, sino una fotografía precisa, casi perfecta, de la evolución de la salud de Dania. La IA me ayudó a comprender lo que ni siquiera una hora de consulta en Nueva York o en Santo Domingo podía abarcar. Y aunque la ciencia y la fe caminan por sendas distintas, hubo un momento en que la predicción final —el inevitable desenlace— fue confirmada con apenas una semana de diferencia.

Lo compartí solo con la familia más cercana y con el médico. Nadie quería hablar de eso, pero la tecnología me ayudó a prepararme. A entender. A acompañarla mejor. A despedirme con más paz.

Hoy, en retrospectiva, me pregunto: si una herramienta tecnológica pudo darme ese tipo de luz en un momento tan oscuro, ¿cómo cambiará esto al mundo en los años por venir? ¿Qué impacto tendrá la inteligencia artificial en la medicina, en la banca, en la aviación, en la seguridad de los Estados, en los gobiernos y en las decisiones humanas?

Los avances no son lineales, son geométricos. Y quienes no se preparen para entender esta nueva realidad serán víctimas de la obsolescencia intelectual.

Bienvenida la tecnología cuando se usa para el bien. Gracias, inteligencia artificial, por ayudarme a ordenar el caos y ver con claridad lo que el dolor a veces no deja ver.

Dania ya no está físicamente, pero su legado, su dignidad, y su lucha me enseñaron el verdadero propósito de la ciencia: poner el conocimiento al servicio del amor.