El atleta británico Derek Redmond estaba entre los favoritos para conseguir medalla en la prueba de 400 m en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, a pesar de que su carrera deportiva estuviera marcada por las lesiones.

Se perdió los Juegos de la Commonwealth de 1986 en Edimburgo debido a una lesión en los isquiotibiales y se retiró en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 momentos antes de su primera carrera tras no poder recuperarse a tiempo de un problema con su Aquiles.

Pero llegó en forma a Barcelona.

En la primera eliminatoria en los Juegos, Redmond logró su mejor marca personal en 400 m en los últimos cuatro años, y se clasificó fácilmente para las semifinales.

Sin embargo, lo que pasó después acabaría en el ranking de los momentos más memorables de la historia Olímpica.

«Ese día todo estaba saliendo bien», recordó el atleta para The Guardian en 2011.

«Salí muy bien, lo cual es inusual en mí. Creo que fui el primero en reaccionar a la pistola. Mi táctica normal era dar la vuelta a la primera curva y luego apretar durante 30 m, acelerar con fuerza. Pero cuando me puse de pie, estaba casi a la vuelta de la esquina, mucho más distanciado de lo habitual, y decidí no molestarme mucho y ahorrar energía en caso de que tuviera que luchar en la línea de meta. Unos tres pasos más tarde, sentí algo».

Ese ‘algo’ era su isquiotibial. Redmond se desplomó con agonía en el suelo. Su sueño Olímpico se había acabado.

Pero en vez de salir de la pista, Redmon se obligó a sí mismo a levantarse y llegar a la línea de meta.

En una de las imágenes de la historia Olímpica que mejor ha mostrado valores como la determinación y la perseverancia, su padre Jim corrió hacia él y le llevó apoyado en él hasta la línea de meta.

Juntos iban llegando a la meta, y las 65.000 personas que lo contemplaron en primera persona les ovacionaron en pie.

Sin embargo, la historia no se había acabado. Justo antes de alcanzar la meta, Jim le dejó a Derek solo para que su hijo pudiera cruzarla sin ayuda.

«Una vez alguien me preguntó cómo me había convertido en alguien con éxito, y la respuesta más fácil y más relevante es que tienes que levantarte una vez más de las que te caigas», dijo Derek Redmon para Olympic.org.

Jim, que portó la antorcha en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, no entiendó la atenció que recibió en los siguientes meses. Para él, no fue más que la reacción natural de un padre que se preocupa por un hijo.

«Fue el instinto paternal, tenía que pararla para prevenir que se hiciera más daño en la pierna», explicó para The Australian en 2017.

«Cuando llegué allí, él insistía en acabar la carrera, así que le dije: ‘Empezamos tu carrera juntos y la acabaremos juntos'».

«Ahora me doy cuenta de que llevamos a los Juegos el espíritu de los Juegos. Pero en aquel momento solo hice lo que hace un padre», dijo.

Vía OLYMPICS.COM

¡Forma parte de la conversación!